Se trata de un itinerario muy visitado por senderistas, no solo por su fuerza cultural y paisajística, sino porque también es uno de los accesos a las aisladas ecoaldeas de Matavenero y Poibueno.
Desde San Facundo se asciende, por un sendero recién recuperado, hasta el Teso Castriello y, más adelante, hasta Peña Lluenga, donde se asienta unos de los aerogeneradores que ocupan las cumbreras del macizo del Redondal.
El continuo ascenso está trazado por el estribo alomado que separa los arroyos de Sofredo y Argutorio. Esto nos permitirá tener una magníficas vistas, desde la altura, del pueblo de San Facundo y de las infraestructuras que aprovechan la corriente fluvial, como la presa y, aguas abajo, una piscifactoría abandonada.
Durante el recorrido, a la altura del Teso de Castriello, podremos ver unas labores romanas a cielo abierto, pequeñas trincheras realizadas en la roca siguiendo las vetas de cuarzo blanco de aspecto lechoso.
Más abajo del sendero, en las inmediaciones de la conocida como Peña de Mediodía y a la altura de un mirador que se ha construido recientemente, existen seis galerías mineras, muy ocultas y desconocidas, laboreadas en época romana al objeto de testear el sustrato rocoso en busca de oro.
El sendero continúa en fuerte pendiente y nos dirige al alto de Peña Lluenga, salvando 500 metros de desnivel en apenas 2 km de recorrido. Desde aquí se coge la pista de pendiente suave que se ha abierto para la instalación y el mantenimiento de los parques eólicos que han ido invadiendo las cumbreras sobresalientes del Redondal.
Después de recorrer unos 4 km por la cabecera de los arroyos de Sofredo y de la Reguera, que desciende desde la cumbre del Redondal (1.565 m altitud), alcanzamos una encrucijada de caminos en el paraje de El Matón. Desde aquí descendemos unos 2 km por el antiguo camino que viene de Castrillo del Monte hasta alcanzar Matavenero, que está ubicado en graderío mirando al E entre las cotas 1.000 a 1.050 metros de altitud.
Matavenero y Poibueno son dos hitos importantes en este itinerario, que conjuga los valores históricos y culturales de estos pueblos con un paisaje bravo e inhóspito.
Abandonamos Matavenero en dirección a la barriada de Poibueno, situado en el fondo del valle, a cota 900, en la confluencia del arroyo del Rial (o del Real) con el Modrillos. Una vez cruzado el río a través de un artesanal puente de madera, nos recibe un vetusto edificio. Esta magna construcción es lo que queda del monasterio de Poimalo (Podiomalo), que fue de canónigos regulares (y no monjes), los cuales le mudaron el nombre al lugar, por malsonante, por el de Poibueno.
A excepción de la iglesia, el resto del pueblo está muy deteriorado. Algunas casas, al igual que en Matavanero, están ocupadas por los nuevos colonos. Estos nuevos ascetas y eremitas demuestran ciertos paralelismos con los pensamientos que atrajeron a los monjes a estos agrestes parajes, lo que puede hacer pensar que estamos ante el renacimiento, con matices, de una nueva Tebaida berciana.
Abandonamos Poibueno por un hollado sendero por la margen derecha del río Argutorio en dirección a San Facundo. Llegando a la altura de Matavenero, el río se precipita bruscamente por un profundo tajo, en cuyo fondo hay talladas varias marmitas de gigante sobre la durísima cuarcita; estamos ante lo que se conoce como Pozo de la Hoyas. El sendero, que no debemos abandonar en ningún momento, continua paralelo al río que cruzaremos a través de numerosos puentes artesanales de madera. Alcanzando la presa de San Facundo, construida en 1986 para abastecer de agua a Bembibre, ya estamos cerca de nuestro destino. El último tramo de camino transcurre entre chopos, alisos y castaños que marcan un pasillo frondoso hasta el pueblo.
Con información facilitada por Francisco Arias